JUSTINO ORONA

JUSTINO ORONA                                                                                             $150.00

El mártir San Justino Orona Madrigal inició  su ministerio sacerdotal, en la región de Los Altos de Jalisco, su primer destino fue como vicario cooperador de la Parroquia de Lagos de Moreno; siendo trasladado a la Parroquia de La Yesca, en el estado de Nayarit y después de permanecer dos años en ese destino, regresa a Los Altos de Jalisco como capellán a la población de Pegueros permaneciendo en ese destino poco más de un año, posteriormente se le nombra oficial segundo de la Curia Eclesiástica de Guadalajara y capellán del templo de Santa María de Gracia; después de tres años de permanecer en la ciudad de Guadalajara, recibe el nombramiento a fines de 1912, como párroco de Poncitlán, Jalisco, sin embargo, en ese destino permanece únicamente hasta enero de 1914; en ese mes se le nombra párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación; la tarea encomendada a su nuevo destino era muy difícil, debido a que el bien amado señor cura D. Felipe Ramírez había administrado la mencionada parroquia durante más de veinticinco años y las obras materiales y sobre todo las acciones emprendidas durante su ministerio eran tan numerosas, que el intento de continuar con la obra del santo varón, representaba un enorme reto.

San Justino Orona desarrolló una labor magistral, dejando testimonio de sus grandes dotes de elocuencia y valor ante las acciones de las huestes revolucionarias; dejó en Encarnación testimonio de su preocupación por la educación de los niños, continuó con la construcción del Santuario de Guadalupe y de la capilla del Señor de la Misericordia, dejando bien cimentadas varias asociaciones piadosas; habiendo convivido con el presbítero Pablo García, “El Mártir Olvidado”.

El último destino fue la Parroquia de Cuquío, en sustitución de Plutarco Contreras, que había desempeñado su ministerio en una forma admirable, dejando la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación.

Tenía a su cargo la administración de la Parroquia de Cuquío, cuando inició la persecución religiosa, decidiendo quedarse entre los suyos, habiendo dicho que se quedaba “Con los suyos, vivo o muerto”, siendo párroco tuvo como ministros auxiliares a su compañero de martirio San Cruz Atilano y San Toribio Romo, habiendo hecho realidad lo expresado en vida, fue asesinado por el simple hecho de ser sacerdote y sus restos descansan en la parroquia que nunca quiso abandonar.

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